El Simbolismo Cosmogónico y la Gran Obra

En el Hermetismo la búsqueda de la Palabra de Divina no se limita a las Escrituras. Los grandes maestros de nuestro Arte realizan la misma búsqueda en la contemplación de la Naturaleza y el Cosmos. A tal punto que el alquimista es considerado un "Agricultor Celeste". Y se compara las operaciones y las etapas de la Obra con el paso del Sol por el Zodíaco y las Cuatro Estaciones. El Artista comprende que la materia prima está viva y trabaja a favor de la acción de la Naturaleza. La Obra consiste en arrancar los metales del seno de la Madre Tierra (donde todavía están "verdes") y, mediante el Arte Regio, completar el proceso de maduración en un tiempo substancialmente menor. La acción de la Naturaleza es acelerada por la intervención del hombre. El artista precipita la transformación de una especie metálica en otra. La Naturaleza es vista como un Mutus Liber, donde el Demiurgo imprimió, en caracteres eternos, los Actos ejemplares de la Creación del Cosmos. 



El alquimista, como un pequeño Demiurgo, reproduce la Cosmogonía a escala humana. La contemplación de la Naturaleza y el Cosmos lleva al operador a una catarsis, que le permite alcanzar la gnosis y develar los Arquetipos de la unión de los opuestos y la Armonía Universal. Así, es posible develar el Arcano de la materia primera, llamada Chaos. La extracción del Mercurio y el Azufre. El combate entre el Águila y la Serpiente. La anunciación y el nacimiento del Rebis. La multiplicación de la Piedra y los diferentes regimenes del Fuego. Cuando era adolescente tenía inclinación por la observación astronómica. Una noche de verano mientras contemplaba un cúmulo abierto tuve la sensación de hallar en el objeto celeste algo familiar. Luego de explorar sus detalles, lo contemplé como un Todo. El cúmulo era una mancha blanquecina, como una especie de llama que flotaba en medio de la obscuridad más absoluta. Me dio la impresión de estar vivo. Diminuto e ínfimo, parecía luchar titánicamente por no extinguirse. Su luz era tan pura y magnífica que tuve la certeza de que las tinieblas estaban condenadas a la derrota. La belleza particular de este combate me conmovió. Durante casi una hora me mantuve inmóvil en el telescopio, hasta que mi vista comenzó a nublarse y mis ojos se irritaron. Supe que la experiencia llegaba a su fin. Me invadió una profunda angustia. Sentí que abandonaba algo íntimo y visceral. El dolor se volvió mayor cuando pensé que el objeto se encontraba a miles de años luz y que sólo contemplaba su pasado. Al verlo como algo exterior se volvió inalcanzable en el Tiempo y el Espacio. Ante la inmensidad del firmamento me quedé pensando en la grandeza del Artista que creó una obra capaz de ofrecer semejante belleza en un detalle minúsculo. Siguiendo la ley fundamental del Hermetismo es fácil comprender que en un mundo Tradicional todo suceso cósmico tiene una correlación a nivel terrestre y en nuestro Ser. Todo simbolismo cosmogónico es susceptible de ser puesto en práctica en el mundo interior del Hombre, creado a imagen y semejanza del Cosmos y de la Divinidad Bien sabido es que el Templo es un modelo del Cosmos.
Por lo que el Rito es, necesariamente, un símbolo de la acción Creadora y Ordenadora del S A L M Por la misma ley hermética el Templo es una imagen de las diferentes Regiones y Facultades que componen al Hombre, y el Rito se convierte en una enseñanza simbólica Superior. Nos alecciona de forma ejemplar la manera en que debemos realiza la Gran Obra. Nos dice: qué energías mover; en qué orden realizar las operaciones; los Gestos y las Palabras a utilizar; Cómo moderar el Fuego; etc. Con el transcurrir del trabajo masónico, se desarrolla la sensibilidad hacia el intercambio sutil de energías. Gradualmente se captan las distintas corrientes que atraviesan el Templo durante el Rito: entre los Puestos de los Oficiales, a lo largo de las Columnas y sobre el Ara. Poco a poco, lo que al principio parece una simple acción ritual repetitiva y ceremonial, se vive como un intercambio de energías tanto en el Templo Externo como en el Templo Interno.
En la medida que el masón advierte estas sutilezas, también las incorpora a su Ser. Siente que lo mismo que ocurre en el ritual, está sucediendo en su interior. Tal es la naturaleza de la Acción del Rito sobre los iniciados. Por eso, es indispensable practicar con constancia, purificarse y rectificarse. Tal es la Acción Sacrificial que exige el Rito a los iniciados. Cada vez que vemos el Cosmos nos vemos a nosotros mismos. Cada vez que comprendemos algo de Él, comprendemos algo de nuestro interior. Y cuando entramos en el Templo, lugar Sagrado por excelencia, estamos, al mismo tiempo, penetrando en nosotros. Activando un espacio sagrado interior, capaz de ponernos en contacto con nuestra propia Naturaleza Divina, ejercemos una Acción Arquetípica restauradora del Orden Primordial en nuestro Ser. Tal como nos lo advierte el acróstico V.I.T.R.I.O.L. antes de golpear por primera vez la Puerta del Templo. 


Carlos Domìngues